Sabine Pigalle trabaja en retratos con un sentido del juego que no excluye la seriedad; por el contrario, se le permite unhinge el lenguaje visual, la historia de los trajes, así como la desnudez. Ella combina la literatura y el cine. Se toca en Mad Love, querido por André Breton, cuyo papel como el usurpada "Papa del surrealismo", sin embargo, ella habría odiado con razón.
Consciente de que la perfección no es del mundo más codiciados modelo, el fotógrafo establece después de que con una dosis de dandismo. En la cara de un mundo represivo que tiene un desprecio por la vida, el fotógrafo intenta construir un cuerpo de trabajo que "sostiene" -ya sea sólo en los márgenes. Sin embargo, nunca se retira del mundo; más bien, se centra en la creación de figuras híbridas.
Cada toma se trata de hacer frente a sus propias imágenes persistentes, obsesivos, que, si se intenta una comparación visual, traen a la mente las túnicas de Melancolía de Durero, sus pliegues y sus surcos, mientras que la forma en que se mueve entre el ocultamiento y revelación evoca el arte japonés.
Cada fotografía de Sabine Pigalle es un viaje al final de la noche. El artista cruza la noche atados a sus propias sombras y zonas de luz, como lo repunte de las reglas clásicas del retrato con el sentido del humor más sutil.
Lejos de cualquier mito (que, dicho sea de paso, el artista sigue de construir), el fotógrafo crea intimidad con la desnudez menos que por el velo. Se niega los gestos simplistas de la burla o la provocación, lo que sería demasiado fácil en una edad en la que se han convertido en la norma.
Para resumir: Sabine Pigalle forja una comunión lírica, híbrido con su tema de una manera que es a la vez fresco y llamativo, vulnerable y en éxtasis. El calor de las emociones se mantiene sellado en la oscuridad a través del efecto, no de modestia falsa narrativa, sino de encantamiento.
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Edición: Hero NLorraine Sangraal***
Fuente e imagenes de contenidos: http://www.sabinepigalle.com
